Opinión

Y Marianico ya estaba allí

Siempre he tenido fuertemente grabada en mi memoria la experiencia de mi primer día de trabajo. Eran los años 90 y me incorporaba a la plantilla del novísimo centro penitenciario de Madrid V (Soto del Real) y, siendo, lo que en el argot funcionarial se denominaba “un manzanillo”; es decir, un recién incorporado sin experiencia, me enviaron a apoyar el servicio de otros compañeros en el “Sociocultural”.
Javier Mesa
photo_camera Javier Mesa

Siempre he tenido fuertemente grabada en mi memoria la experiencia de mi primer día de trabajo. Eran los años 90 y me incorporaba a la plantilla del novísimo centro penitenciario de Madrid V (Soto del Real) y, siendo, lo que en el argot funcionarial se denominaba “un manzanillo”; es decir, un recién incorporado sin experiencia, me enviaron a apoyar el servicio de otros compañeros en el “Sociocultural”.

En el edificio “Sociocultural” se impartían las clases diarias a un contingente inmenso de internos, desde los niveles de Alfabetización hasta los Grados de la Universidad a Distancia, por lo que disponía de numerosas aulas y, además, contaba también con un enorme salón de actos usado tanto para las proyecciones de cine como para las actuaciones teatrales e incluso para la impartición de conferencias.

Lo que menos imaginaba yo encontrar en mi primer día de trabajo era un salón de actos abarrotado por más de 200 internas con motivo de una conferencia de Pitita Ridruejo sobre “Los milagros de la Virgen”. Recuerdo cómo, a la salida, se le acercaron algunas de las internas para pedirle dinero, así directamente. Y ella, imperturbable, les respondía invariablemente que “el dinero no arregla nada”. Sin embargo, dejando aparte esta anécdota, lo cierto es que la gran mayoría siguió la conferencia con bastante atención, con la expectación de asistir a un acto que se salía de lo habitual en la monótona vida diaria en un centro penitenciario.

Así pues, y casi seis años después, me encontraba yo en Daroca con la intención de seguir esa estela, la de propiciar la entrada en prisión de todos aquellos cuya influencia pudiera ser positiva para los de dentro.

Pero, en esa tarea, ya había alguien que me sacaba varios años de ventaja. Un inagotable Marianico el Corto ya llevaba varios años realizando actuaciones en las prisiones de toda la provincia de Zaragoza.

De hecho, su fama era tal, entre la población penitenciaria de Zaragoza y Daroca, que propició una divertida anécdota que le ocurrió por aquel entonces y que me relató años más tarde con su habitual humor.

Contaba cómo, encontrándose por una calle de Zaragoza a altas y noctámbulas horas fue abordado por una cuadrilla con malas intenciones. Pero que uno de ellos, al oír su inconfundible voz, le reconoció y tras relatar a los demás cómo había disfrutado de sus chistes en prisión, les convenció para que le dejaran irse en paz. Y eso, seguramente, sin haberle regalado su boina (porque Marianico siempre que actuaba en las prisiones solía regalar su boina a uno de los asistentes).

Y es que Marianico (Miguel Ángel Tirado) no engaña. Su bondad, generosidad y humor son inmensos tanto dentro como fuera de los escenarios. Con nosotros lleva colaborando desde siempre, año tras año y siempre que se lo pedimos. Y sin quejarse. Aunque le hemos hecho de todo, sobretodo en nuestros disparatados rodajes. Desde tirarle encima una tarta y disfrazarle de Darth Vader hasta meterle en un saco del cual era extraído literalmente por las orejas, nada menos que por Luisa Gavasa. Y es que como dice, Mª José Moreno: ¡¡ES QUE MARIANO SE DEJA HACER DE TODO POR VOSOTROS!!

Siempre que viene al centro penitenciario, las risas y un inmejorable ambiente están asegurados. Porque, no olvidemos, Marianico también transmite en cada chiste o anécdota que refiere un fondo de innegable ternura y comprensión del ser humano y sus circunstancias, en sus horas buenas y en sus horas malas. No en vano siempre ha hecho gala de reírse primero de sí mismo: “Yo siempre me meto conmigo cuando comienzo el espectáculo. Así, si alguien después se molesta, le puedo decir que primero me río de mí”.

Así es él, excepcional.