Opinión

La crisis de los 25 también existe

En los dos últimos años el término “Salud Mental” se ha colado de lleno en nuestras vidas ya sea a través de los medios de comunicación, podcasts, creadores de contenido y hasta en Tik Tok.

En los dos últimos años el término “Salud Mental” se ha colado de lleno en nuestras vidas ya sea a través de los medios de comunicación, podcasts, creadores de contenido y hasta en Tik Tok. Finalmente ha llegado al debate político y espero que sea para quedarse y no una moda electoralista, como tantas otras.

Los jóvenes estamos ya un poco cansados de tener que lidiar con situaciones que nos agotan mentalmente y nos llevan a la alienación y disociación para poder sobrevivir en un sistema que cada vez nos asfixia más, mientras se nos tacha de débiles, egoístas y poco tolerantes con la frustración.

Desde que tengo uso de razón he crecido ante una pantalla que nos bombardeaba noticias sobre los desastres de la crisis económica, climática y social. Hemos escuchado a través de los medios cómo aumentaban las listas del paro y por qué había que subir impuestos para obtener menos servicios públicos y rescatar bancos sin saber muy bien qué significaba todo eso. A la vuelta de los años, le encuentras todavía menos sentido. Hemos reconocido la precariedad en nuestros hogares, nos hemos adaptado a ella y jamás hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.

Y aún con todo eso, resulta que no es suficiente. Parece ser que tenemos que conformarnos con puestos de trabajo precarios sin ningún tipo de estabilidad, mudarnos a otras ciudades y compartir piso con otros 4 desconocidos para poder llegar a fin de mes. Se supone que cuando eres joven estas experiencias te enriquecen, y estoy completamente de acuerdo, lo que pasa es que, a diferencia de los actores de Hollywood, yo no quiero ser joven eternamente. Se han puesto de moda diferentes términos para referirse a estas prácticas como “co-living”, pero creo que si hablo de pobreza todos nos entendemos mucho mejor.

El hecho de vivir en un planeta en el que cada día que pasa somos más conscientes de que llega a su fin desde luego no es un alivio a la situación cotidiana mencionada anteriormente. Este barco se hunde y no tenemos ni tendremos “Plan B” para cuando eso ocurra. No sé si llegaré a verlo, pero sé que los próximos 50 años de mi vida no van a ser mejores que los 25 que ya llevo en este mundo. No sé a vosotros, pero a mí esta situación climática y política me genera incertidumbre, tristeza, enfado y, ante todo, impotencia. Resulta que los profesionales de la Psicología lo llaman eco-ansiedad y lo están empezando a tratar como una patología más.

Mostrar preocupación por el panorama desolador que nos ofrece el futuro es una respuesta bastante lógica –aunque la enfermedad mental y el padecimiento no deberían serlo–, y la indiferencia solo puede permitírsela quien no se preocupa por nada ni nadie, que no son, ni más ni menos, aquellos que nos ridiculizan para seguir negando lo evidente.

Y qué decir de las relaciones sociales, además de que es un factor determinante para la Salud Mental. No creo que se trate de rodearse de “personas vitamina”, sino de ser capaces de gestionar emociones, pensamientos y situaciones complicadas, aprender y saber comunicarnos, relacionarnos con sentimientos como la ira, la tristeza y la incertidumbre o la alegría y la emoción por algo nuevo. Creo que los jóvenes hemos sabido detectar la ausencia de instrumentos para poder llevar a cabo este trabajo tan individual y nos hemos puesto manos a la obra por nosotros, pero también por los que nos rodean, para poder tener una vida un poco más llevadera. No creo que eso sea muy egoísta, ¿no?

A veces cuando me pongo a hablar con amigas sobre cómo les ha ido la semana, qué tal el curro, cómo va la búsqueda de piso... me pregunto; ¿qué pasaría si regulásemos los alquileres? ¿Qué ocurriría si mejorásemos las condiciones laborales de los trabajadores? ¿Y si exigiésemos a nuestros gobiernos e instituciones políticas y acciones reales para hacer frente al cambio climático? Quizás si el acceso a profesionales de la Psicología fuera público y gratuito y no saturásemos a nuestros sanitarios debido a la falta de recursos todo sería mucho más fácil.

No sé, yo creo que este mundo sería un poquito mejor y más llevadero.