Opinión

Las tres lenguas de Aragón

Tras la avalancha de libros de los que pudimos disfrutar el pasado 23 de abril, conviene hacer una reflexión sobre la singularidad de nuestro territorio, en el cual hay tres lenguas oficialmente reconocidas por el Estatuto: castellano, catalán y aragonés, en orden cuantitativo de las personas hablantes, escribientes y leyentes, valga la concordancia en -tes.
Francisco Javier Aguirre
photo_camera Francisco Javier Aguirre

Tras la avalancha de libros de los que pudimos disfrutar el pasado 23 de abril, conviene hacer una reflexión sobre la singularidad de nuestro territorio, en el cual hay tres lenguas oficialmente reconocidas por el Estatuto: castellano, catalán y aragonés, en orden cuantitativo de las personas hablantes, escribientes y leyentes, valga la concordancia en -tes.

Esa realidad se plasmó hace diez años (Ley 3/2013, de 9 de mayo) en la oficialización de la Academia Aragonesa de la Lengua, a la que pertenecen autores, investigadores, historiadores y filólogos que profundizan cada vez más en el sentido de nuestros idiomas, especialmente los minoritarios.

Existió en tiempo pasado una torpe maniobra de escasa lucidez que creó un engendro ridículo llamado LAPAO, que intentaba pisotear las lenguas minoritarias, el catalán y el aragonés. Afortunadamente, aquel disparate se diluyó y hoy tenemos la satisfacción de contar con editores públicos y privados que publican libros en ambas lenguas.

Como un ejemplo, entre otros, me voy a referir a una de las últimas publicaciones en catalán de la editorial zaragozana Gara d’Edizions, titulada ‘Contes compromesos’, original de un autor poliédrico, porque al mismo tiempo que poeta, filólogo, profesor, crítico y traductor, es narrador. Héctor B. Moret, natural de Mequinenza y docente en Barcelona, utiliza en este libro narrativo uno de sus heterónimos, Mac Cornell; cuando se trata de una traducción, usa el de Esteve Betrià.

Es una de las personas que más ha puesto de relieve la importancia de la lengua catalana en Aragón. Es miembro de la Academia Aragonesa de la Lengua desde hace un año. A su lado hay un consistente grupo de personas cuya cita sería larga, con el riesgo de olvidar a alguien.

Me limitaré, por tanto, a comentar brevemente la publicación citada, una singular colección de relatos que escapa de los caminos trillados por los que circula la literatura de consumo. Sin perder el hilo narrativo a lo largo de los nueve textos de que consta el libro, todo él está trufado de alusiones lingüísticas, referencias paisajísticas y variantes estilísticas del máximo interés, que se conjuntan y se explican en el Epíleg.

Ciertamente el libro exige un buen conocimiento del catalán literario, resultando una aportación muy valiosa a la literatura aragonesa escrita en ese idioma tan nuestro, que afortunadamente ahora está protegido por las instituciones públicas, tanto en Huesca como en Teruel y Zaragoza. Esperemos que continúe la misma política en la nueva legislatura autonómica y provincial.