Opinión

Viaje al exterior del románico lombardo del Serrablo, 1

La página de la laureada “Asociación Amigos del Serrablo” de Sabiñánigo es un lujo para los sentidos, más si tenéis pantalla de 42 de ordenador. Merece la pena la inversión solo por ella.

La página de la laureada “Asociación Amigos del Serrablo” de Sabiñánigo es un lujo para los sentidos, más si tenéis pantalla de 42 de ordenador. Merece la pena la inversión solo por ella.

La misma informa de manera pormenorizada acerca de las características de las iglesias que componen las diferentes rutas que con centro en Sabiñánigo se proponen.

Siendo que a comienzos del siglo XX, la capital serrablesa que debe su nombre a alguna villa de legionario llamado Sabino constituía uno de sus núcleos con población más mermada, sin iglesia románico lombarda ni mucho menos a la altura de las de Isún de Basa, Oliván o Lasieso.

Dicho cariñosamente, Sabi eclosionó a lo que hoy es por ser elegido su emplazamiento como en el oeste o Australia se denomina “junction”, como conexión o intercambiador entre la vía férrea hacia Canfranc y la carretera a Francia por Portalé y Tena, de acceso al Balneario de Panticosa.

La entonces abundante agua del emplazamiento y la estrenada conexión férrea a principios del siglo XX implicó el interés estatal para fijar en él, presa y salto de producción hidroeléctrico mediante de una industria química entonces pionera, después poco ejemplar.

De las pocas casas de Sabiñánigo Alto a levantar un  conjunto de primeros edificios con posadas y fondas en los bajos, de los que quedan pocos ejemplares en el arranque desde la estación y final de la calle Serrablo. De excelente y sólida fábrica, con muros preparados para el frío que contienen su ruina por abandono pero no de piedra sillar ni al servicio de ganaderos, tienen semejante estilo francés a los de Canfranc estación.

Hoy incluso este núcleo central del extensísimo ayuntamiento que nos ocupa con más de cincuenta núcleos habitados cuenta con restos de una joya del románico lombardo: el remate del ábside de la iglesia de Santa María de Gavín. Trasladada a un parque de la ya ciudad desde la puerta de Sobrarbe por Cotefablo por los amigos del Serrablo.

Que son una de las almas que revelan el compromiso con su país de tantos  voluntarios de la industrial Sabiñánigo, lugar de destino de tantas familias montañesas para trabajar en la industria fosforera y química. Inversores en Felicidad Interior Bruta.

La elección del resto entiendo que no sería baladí. Puesto que la localidad donde se espaldaba la iglesia es homónima al apellido del mentor de los Amigos del Serrablo, Julio Gavín. A quien se dedica el paseo principal del espacio verde en que se plantaron los restos, ese que arranca de las piscinas municipales y desde cuyo remate-mirador se ven los montes de Sabocos y del paradisíaco valle panticuto de Yenefrito.

El ábside, marcas de cantería aparte, contiene dos de las tres señas de identidad del románico serrablés: la arquería en remate de ábside con arcos de medio punto simples pero que semejan a una galería de columnas griegas rellenadas y el hecho de que los arcos y muros sostengan frisos en forma de rollos como los pareados de cocina que tanto usamos.

Sin presentar remate escultórico como sucedió en el románico posterior, el de Sancho Ramírez, estos cilindros toscos en hilera gozan de un origen noble, aparecen en cuanto entablamentos con columnas y figuras cinceladas en bajo relieve en el propio Partenón.

El tercer elemento característico no presente en todas las iglesias de Serrablo pero sí en las descollantes de Lárrede o Susín es el de las airosas ventanetas enmarcadas, hundidas en las torres de algunas iglesias no modificadas en el Barroco. Las mismas contienen tres huecos o vanos para pasar el aire, así se llaman también en los puentes, enmarcados por cuatro columnas más simples incluso que las de estilo dórico, que dan lugar al cierre de los vanos con arcos de herradura.

Para ver algo tan interesante y especial, hacer un circuito de sensaciones, a pocos lugares nos podemos dirigir en el mundo. De allí el carácter más que extrardinario de estas iglesias.

En las que se oficiaban las misas según el rito mozárabe, cuya preservación motivara por cambio al rito romano el devenir conquistador del Reino de Aragón por su consolidación y reconocimiento como vasallo de Roma. Tras una profunda crisis política que hizo pasar de moda este conjunto eclesiástico, de hechura semejante a la primera fábrica de la catedral de Jaca.

Sancho Ramírez vira políticamente, afianza contra Navarra la Casa de Aragón como fundamental dinastía, fortalece como ciudad a su capital y erige una catedral más ambiciosa, al tiempo que actúa como mecenas allí donde encontremos los crismones que simbolizan su casa. Designado como abades y obispos a relevantes cargos jerárquicos de los países francos y de la Orden de Cluny, dota a Jaca de fueros para promover el comercio en su ciudad capital, refuerza la misma como acuñadora de importante divisa medieval y se enfrenta incluso con su hermano García Ramírez y la nobleza jacetana, de origen también visigodo y franco pero consolidados, que usurpaban cargos y prebendas.

Y las iglesietas del Serrablo, reductos de ceremonias de rito visigodo, quedan afortunadamente como joyas detenidas en el tiempo. No se amplían ni modifican, permanecen ajenas a los cambios al servicio y refugio espiritual de cuatro casas si llega.