Opinión

Isaac Peral y el gran invento que hundieron los políticos

Tristemente, en este nuestro gran país, suele suceder que a grandes genios con grandes ideas suelen darles de lado los políticos y personajes influyentes, bien sea por sus poquitas neuronas y por intereses económicos particulares como solía suceder, sucede y seguirá sucediendo, argumentando mil tonterías y alabando luego todo lo que viene de fuera, aun siendo copias o ideas peores que las que podían haber nacido en nuestra tierra con ese poquito de apoyo que negaron.

Tristemente, en este nuestro gran país, suele suceder que a grandes genios con grandes ideas suelen darles de lado los políticos y personajes influyentes, bien sea por sus poquitas neuronas y por intereses económicos particulares como solía suceder, sucede y seguirá sucediendo, argumentando mil tonterías y alabando luego todo lo que viene de fuera, aun siendo copias o ideas peores que las que podían haber nacido en nuestra tierra con ese poquito de apoyo que negaron. Uno de esos casos relevantes es, por ejemplo, el de Isaac Peral y Caballero, nacido hace 172 años, un primero de junio de 1851, en el número 3 del Callejón de Zorrilla, de la ciudad de Cartagena (Murcia), quien sería considerado con el tiempo insigne marino e inventor español, porque tristemente en su tiempo fue denostado por los políticos.

Sus primeros años los vivió dentro del recinto amurallado de la ciudad de Cartagena, ciudad naval en aquellos años por excelencia, lo que ya levantó inquietudes en nuestro protagonista, algo que, sumado a que su padre, Juan Manuel Peral Torres, suboficial primero y oficial después, y quien procedía de una familia de militares de la Armada, les había transmitido a sus hijos, ya desde niños, una vocación viva y abierta por el mundo del mar. Y por ello, tras ser destinado en 1859 a San Fernando (Cádiz), dos de sus hijos, Isaac y Alejandro, ingresarían a su tiempo en el Colegio Naval Militar de San Carlos. Nuestro protagonista, Isaac Peral, gracias a que su madre solicitó la Gracia Real de ingreso, concediéndosele el uso de uniforme desde 1861, tenía 14 años cuando entró en 1865 en dicho centro de enseñanza, con la edad mínima reglamentaria para ello.

Su padre, orgulloso de su comportamiento y con la intención de poder costear su carrera, ya que ello significaba para la familia un gran sacrificio económico, más aún cuando eran dos los hermanos que cursaban dichos estudios, solicitó destino voluntario a Cuba, donde finalmente falleció. Isaac Peral, sabedor de todo ello y siendo realmente inteligente y constante, se esmeró y esforzó en conseguir los mejores resultados académicos, siendo reconocido y felicitado continuamente por ello por sus profesores. Así, en solo dos años, Isaac obtuvo la distinción de guardiamarina de 2ª, con lo que iniciaba a los 16 años su verdadera etapa profesional como militar de la Armada.

Tras unos años en los que desarrolló y cumplió más que satisfactoriamente la carrera militar, como lo demuestran la cantidad y diversidad de condecoraciones obtenidas, después de que, a consecuencia de una herida fortuita en la cabeza, sufrida en Filipinas y de la cual se supone fue el origen del tumor por el cual años después fallecería, fue destinado como docente a Cádiz, donde se dedicó a la docencia en la nueva Escuela de Ampliación de Estudios de la Armada.

Sin decaer nunca en su pasión por el estudio y la aplicación de ideas a la realidad, aprovechó para dedicarse a desarrollar algo que diversos países estudiaban, y así surgió su idea de un submarino propulsado eléctricamente, que incorporaba un sistema para disparar torpedos bajo el mar. Era una verdadera revolución para la navegación militar, y así el primer submarino moderno operativo de la historia estuvo listo en 1888 tras un riguroso análisis de su proyecto por los más cualificados científicos de la Armada, y un año más tarde estaban acabadas y concluidas con éxito las principales pruebas, ya que gracias al apoyo de la reina regente María Cristina, el submarino fue finalmente construido, botado y probado. Sin embargo, a pesar del éxito de las pruebas de la nave, las autoridades del momento desecharon el invento, ya que la decisión de los corruptos políticos de la época, intereses económicos y presiones de otros países que veían como un problema grave la posesión de un arma así, además de que otras naciones ya estudiaban el tema y no pensaban dejar que un “país de tercera” como era España, según ellos, se les adelantara en el proyecto submarino. Así, la Junta Técnica que evaluaba el asunto, debidamente “aleccionada” económicamente por potencias extranjeras, rechazó el proyecto y este quedó abandonado, aparte de que alentaron una campaña de desprestigio contra nuestro inventor. Y así, Isaac Peral, desmoralizado por tanta incompetencia, igual que hoy en día, pidiera licenciarse, desvinculándose definitivamente de la Armada Española, intentando aclarar a la opinión pública la verdad de lo sucedido pagando dicho tema de su bolsillo.

Isaac Peral, una vez abandonada la carrera militar, se estableció en Madrid con su familia, ya que había contraído matrimonio en 1876 con María del Carmen Cencio, con la que llegó a tener nueve hijos.  Allí fundó su propia empresa de electricidad desde la que concretó muchas otras ideas, como el invento de la ametralladora eléctrica o el trazado de las primeras centrales de electricidad de España, entre otras iniciativas y proyectos.

Finalmente, a causa de su enfermedad, viajó a Berlín con su mujer y dos de sus hijos para una intervención y ser tratado de la misma, tras la cual sufriría una infección que le causaría la muerte en Berlín el 22 de mayo de 1895. Su cuerpo fue trasladado a Madrid poco después. Y desde 1911, a instancias familiares y privadas, sus restos fueron trasladados e Isaac Peral reposa en el cementerio de Los Remedios de Cartagena, la tierra que lo vio nacer.

Los siguientes conflictos bélicos que vendrían demostraron el poder que el invento de Peral habría supuesto. En 1898, tras el bloqueo a Santiago de Cuba por parte de una flota estadounidense, el almirante George Dewey admitió que “…si España hubiese tenido un solo submarino de los inventados por Peral no habría podido mantener el bloqueo ni 24 horas…” Tanto en la Gran Guerra como en la Segunda Guerra Mundial, o incluso hoy en día, los submarinos se convirtieron en un arma clave para mantener el dominio de los mares.

Isaac Peral y el submarino que pudo cambiar la historia, por supuesto si hubiera habido menos corrupción y personajes con más inteligencia, aunque de eso en la política española es mucho pedir, incluso a día de hoy…