FRAN LUCAS HERRERO. Peregrino aragonés. @esmicaminodesantiago
Tras la ofensiva que llevó a cabo Alfonso I y que supuso la reconquista de numerosas plazas y asentamientos, entre ellas la conquista de Zaragoza en 1118, motivó que los almorávides se pusieron nerviosos ante la pérdida de tan importante ciudad, por lo que en el invierno de 1119 el emir Ali ibn Yusuf ordenó reunir un ejército para plantar batalla al rey aragonés, tratar de recuperar Zaragoza e impedir que los cristianos pudieran continuar con sus conquistas.
El mando del ejército almorávide lo ostentaba Ibrahim ibn Yusuf, gobernador de Sevilla y hermano del emir. Además, a dicho ejercito musulmán se le fueron sumando contingentes militares procedentes de Lérida, Granada, Murcia, Valencia y Molina de Aragón, ya que del lado islámico se predicó la guerra santa contra el infiel –más o menos como suelen intentar hacer hoy- hasta formar un contingente de 5.000 jinetes y más de 20.000 infantes. Tan pronto como tuvo noticias del avance del ejército almorávide, el Batallador, tal como era su bravo carácter, siempre sin miedo ante los musulmanes, salió al encuentro del enemigo para interceptarlo, con una fuerza de unos 3.000 jinetes y 7.000 infantes, siendo claro que los almorávides gozaban de una clara superioridad numérica, por lo que esta diferencia de fuerzas pudo llevar a Alfonso I a tratar de aprovechar el factor sorpresa para derrotar al enemigo.
Se desconoce si el enfrentamiento que tuvo lugar el 17 de junio de 1120 en Cutanda, en las cercanías de Calamocha (Teruel), fue una batalla campal o un ataque por sorpresa sobre el campamento musulmán, aunque se cree que fue esta última posibilidad. Algo en lo que sí coinciden ambas versiones, y mira que es raro que los musulmanes admitan la derrota y su número, es que la victoria fue cristiana y las bajas musulmanas más que cuantiosas, entre 15.000 y 20.000, aparte de que murieron muchos ilustres y nobles musulmanes por lo que la fuerza almorávide quedó completamente destruida y su campamento arrasado y saqueado.
Esta batalla es una eterna olvidada e incluso ha sido infravalorada, cuando la realidad es que de haber sido otro el resultado muchas cosas podrían haber cambiado en la reconquista hispana. Sea como sea y en todo caso, el ejército sarraceno y las huestes del Batallador se encontraron a la altura de Cutanda ese caluroso día de junio de 1120.
Que la derrota islámica fue concluyente eso sí es algo incontestable y no ofrece lugar a dudas, ya que como he citado, los propios escritos árabes lo confiesan así, lejos de ocultarlo, como han hecho en tantas otras ocasiones por su eterno victimismo y ocultación de los hechos. Cutanda supuso el asegurar de forma definitiva la posesión de Zaragoza, evitar la amenaza almorávide y tomarse los valles del Jalón y del Jiloca, conquistándose Daroca y Calatayud poco después, aumentándose y repoblándose de forma extensa el reino de Aragón.
Y anecdóticamente ya se sabe, quedó socialmente aquella frase de “peor fue que lo de Cutanda”, con el sentido de minimizar desgracias ante la magnitud de un acontecido desastre.
Pero realmente se tiene una deuda histórica de reconocimiento con la batalla de Cutanda, ya que es una gran desconocida cuando históricamente está considerada como una de las más importantes de la Reconquista, entre las tres más importantes, y una de las más relevantes de la personal y propia reconquista aragonesa. Y es que la importancia de esta batalla, vuelvo a recalcar su importancia, es que los musulmanes, tras la batalla, no volverían a oponerse a los reinos cristianos con un gran ejército hasta casi un siglo después, en la batalla de las Navas de Tolosa, donde volverían a salir derrotados definitivamente, pero esa es otra historia…
Decir que la Asociación Batalla de Cutanda, con sede en dicha localidad, desde 2015 celebra, entre otras actividades, la recreación de la crucial batalla entre las tropas del Batallador y el poderoso ejército almorávide de Ibrahim ibn Yusuf. En 2020, coincidiendo con el 900 aniversario de la batalla, la recreación fue declarada Fiesta de Interés Turístico de Aragón, reconocimiento otorgado por el Gobierno de Aragón.