Mª LUISA RUBIO ORÚS. Profesional de la Educación, escritora y pintora.


Amados Caminantes, de nuevo… aquel acecho que ronda con cuchilla afilada. Al menos así representado desde la antigüedad. La sobriedad de la parca no cesa en presentarse y representar el cuadro del padecimiento existente entre los que conocimos a hombres y mujeres que recordamos con cariño.

No hemos levantado cabeza para Luis Zubieta L, que otra vez surge otra muerte. De ahí el título de este humilde artículo. Cada dos letras supone las dos primeras del nombre de cada persona a la que voy a hacer referencia en las próximas líneas.

Tanto escribiría de múltiples desapariciones en la localidad en cuestión de gente más joven, de la misma edad o algo superior a la mía, e incluso de bastantes más mayores, que no me sería posible detenerme con cada uno de ellos. Ocuparían un amplio espacio como si de una perpetua letanía se tratase. Hay residentes en la Villa que se sorprenden de que aún hable de aquellos que ya no están, nomenclaturas enteras, detalles, etc.

Comenzaré desde el medio, ya que por estas fechas de verano, más avanzado, hace prácticamente un año que murió una señora importante para la familia: Marisa. Y es que no reparo en confesar lo que mis más íntimos amigos del mundo saben: los Jaime-Orús nos brindaron su amabilidad nada más llegar a Zuera en septiembre del curso 80-81, días de gloria que luego se trocaron en todo lo contrario.

Salieron del AMPA y poco ya, por no decir apenas nada, tuvimos el acompañamiento de un trato que despuntaba para mejor que bien ¡ Qué le vamos a hacer ¡ Las cosas son así.! Y máxime cuando los pequeños de la casa en nada contábamos por aquellas lejanas épocas. De una absoluta carencia cuantificada la extrema permisividad habilitada de lo actual.

El trece de agosto fallecía la tocaya de mi nombre cuyo primer apellido es mi segundo. Tuve conocimiento de ello concretamente este uno de enero. Me queda el retoque de conciencia de que fui a saludar en directo a los del más arriba nombrado parentesco. Y lo hice en prefiestas de San Licer de 2017. Nuestro reencuentro fue mágico, sinceramente. Para mí inolvidable. Su marido sí reconoció tanto mi voz como mi figura desde dentro de la ventana del comedor, que da a la calle. Marisa estaba afuera y me vio llegar casi de golpe, puesto que levantó la mirada y al poco me halló casi frente a ella. El cruce de lenguaje fue hermosamente bonito.

Prometí volver. Cuando el calendario me dejase una concavidad honesta. Tenía algo para Manuel, un buen chico, su hijo y compañero de clase. En este caso el chaval real y sinceramente era de la poca flor y nata con la que me topé y hube de ir conviviendo en el aula. Esa pequeña sorpresa no podría verla él, porque su pérdida fue bestial, algo también sucedido tan imprevisiblemente como lo de Luis. Tampoco los ojos de su madre podrán contemplar lo que haré entrega desde la Tierra, pero sí desde donde está: el cielo. No hay más remedio de que ambos dos de hayan de hacerlo desde esta manera.

También me hizo mella su expiración. En verdad todas ellas me dejan triste. No al igual que sus allegados, pero sí. Cada vez que un ser humano parte del orbe los que permanecemos en pie sufrimos y se nos borra un trocito de corazón que vuelve a regenerarse gracias a la divina fuerza de la Providencia. Lo cual no evita que los echemos de menos y habiten de lleno en nuestras memorias.

Creo que no hay quien no esté de acuerdo en que corta es la despedida, y sin embargo, larga es la ausencia. Ese es el sentimiento generalizado, con mayor o menor intensidad y/o prolongación en el reloj que va corriendo sin detenerse ni en un cuarto de segundo.

Marisa no cabía de contenta por mi visita. Y me volvió a enseñar su casa, la que invariablemente estuvo abierta para nosotros. Me iba manifestando con un idioma de duelo cuanto le había pasado y, a la vez, mostrando cosas de atrás y de después que habían ido cambiando y añadiendo. Pero esta chica mayor se encaminó hacia otros lares para emprender el vuelo.

El mismo que hace muy poco ha alzado Romualdo, a quien hace tiempos quise dedicar los siguientes versos que le tuve la oportunidad de por fin hacérselos conocer. Fue mediante wasap, tras haber conseguido su número de teléfono móvil. Aquí van:

Con nombre de cuento/soñado/y candorosamente sonriendo/el caballero de la justicia/va rodeando el lago de la amistad/que une las almas/en el concierto de la sabiduría/que clama la humanidad.

Más bien previsiblemente, marchó cinco días más tarde que Luis Antonio Zubieta Lacámara. El desconsuelo de mis más hondos adentros es que el pesar de ese terrible arranque que le dejó yaciente sobre el suelo va a ser para siempre. No hay quien no pronuncie frases buenas y positivas sobre él. Y no solamente en lo privativo sino asimismo en lo laboral No dejaba de lado a nadie y estuvo ahí, constantemente para todos.

Un halo de orfandad se nota vibrando en el aire mientras todavía el llanto prosigue su ruta de punzamientos que dañan horadando el alma, aguijoneando el ánimo Tal aureola de desamparo forma parte de una nostalgia imperecedera. No obstante, alguien tan cercano a todo lo aragonés, y por ende llegando a gran número de una calidad de España, subsistirá por los siglos de los siglos.

Amén a todos sus actos, generosos. Y el pésame, las condolencias para su viuda e hija, para su dilecta tata, y para cualquiera de los zufarienses estén o no en su lugar o fuera de él. Quienes hemos sido consecutivos en un limpio cartear ya sabéis que aquí estoy para lo que necesitéis. De todo Corazón.

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