JOSÉ MARÍA ARIÑO COLÁS. Doctor en Filología Hispánica.
Mientras se despereza el mes de agosto y el verano se acerca a su ecuador, en el ámbito político van a ser muy pocos los días de vacaciones. Porque, después de la cita electoral del 23 de julio, son muchos los asuntos a resolver y los interrogantes a responder. En España se avecinan unos días o meses en los que los dos partidos mayoritarios buscarán la llave que les permita gobernar durante los próximos cuatro años. Las expectativas no son nada fáciles y los obstáculos parece que crecen día tras día. De todos modos, Feijóo y Pedro Sánchez están dispuestos a apurar todas las posibilidades que les lleven a la Moncloa. Eso sí, nadie quiere ni oír hablar de una repetición de elecciones a finales de año.
En Aragón ocurre algo distinto. Por fin, después de muchos días de negociaciones, se ha llegado a un acuerdo entre el PP y VOX, como era de esperar para la gobernabilidad de la autonomía. Aunque se han terminado ya los dos meses largos de incertidumbre y se va a llevar a cabo la investidura, los meses posteriores –especialmente en otoño– van a poner a prueba las nuevas medidas –algunas de ellas polémicas– y se va a comprobar si sus decisiones son para el bien de Aragón –como ellos dicen– o van a suponer una vuelta al pasado, a ese Aragón en blanco y negro que nadie quiere recordar.
Al margen de la política, este paréntesis estival nos invita también a reflexionar sobre las consecuencias del cambio climático, que cada vez son más evidentes: temperaturas que se disparan, ausencia de precipitaciones durante el último mes, amenaza de incendios, embalses a menos del cincuenta por cien de su capacidad y efectos evidentes de la contaminación ambiental. Todo ello unido a una guerra que no tiene visos de terminar y a graves conflictos políticos y sociales en algunos países de África y de Latinoamérica. Además, y por la confluencia de diversos factores, el precio de los alimentos continúa su imparable escalada y la energía no acaba de estabilizarse.
Eso sí, a pesar de la crisis latente y de la escasa capacidad de ahorro de muchas familias, en las zonas costeras las playas continúan llenas –con la curiosa y sorprendente guerra de sombrillas – y los hoteles y restaurantes muestran su satisfacción pues se acercan a la ocupación plena. No ocurre lo mismo en el mundo rural. Los habitantes de los pequeños municipios aragoneses vuelven a sus pueblos de origen durante unos días, pero cada vez recortan más los días de su estancia y, además, el turismo rural no acaba de despegar. Porque faltan alojamientos y las infraestructuras son aún deficientes. Hay casos emblemáticos como Anento, Pitarque o Miravete de la Sierra. Estos pequeños municipios son una muestra más de la ausencia de impulsos emprendedores que faciliten al viajero alojamientos para que pueda permanecer más días y pernoctar sin problemas durante los fines de semana.
Son retazos, ecos, impresiones a vuelapluma de este agosto que siempre ha sido uno de los meses más esperados del año. Eso sí, habrá que seguir disfrutando del momento y aparcar los problemas, aunque solo sea por unas semanas. Ya llegará septiembre para volver a apretarse el cinturón.