JOSÉ GARRIDO PALACIOS. Escritor.
El paso de los peregrinos por los diferentes caminos que llegaban al sepulcro del Apóstol fue generando un flujo creciente de personas en uno y otro sentido, pues realmente el Camino de Santiago era de ida y vuelta; y, sin duda, aquellos demandaban necesidades básicas de sanidad, religiosidad, alojamiento, hostelería, indumentaria y tiendas de objetos para llevar como recuerdo de su recorrido.
Por tanto, es fácil entender que dichas necesidades impulsaron la instalación de hospitales, templos, albergues, hospederías, hospicios, cantinas, panaderías, comercios de ultramarinos, textil, zapaterías, herrerías y tal. Un conjunto de servicios facilitados por órdenes, congregaciones y comerciantes.
Algunas de esas órdenes eran monásticas, como la cluniacense y la cisterciense; y otras militares llamadas del Hospital o de San Juan de Jerusalén y Santiago, por ejemplo. Aparte de esas innovaciones, se produjo el cambio de la liturgia del rito hispano o mozárabe por el romano y la entrada en España de los estilos artísticos del románico, gótico y otros, así como la llegada de la lírica provenzal y las canciones de gesta que narraban las hazañas de los héroes.
Todo ello fue cambiando las estructuras feudales por las libertades de los pueblos y los ciudadanos, y la participación en la cultura europea con modelos más avanzados en todos los órdenes. Hubo intercambio de enseñanzas en la sociedad, la economía, la ciencia y la cultura, costumbres y tradiciones, que tuvo un benéfico influjo en la población. Los peregrinos abrieron caminos para llegar a Santiago, y abrieron la unidad física e intelectual de las zonas de paso. Nació en España la vocación extranjera y su interés fue tal que el escritor alemán Johann Wolfgang Goethe, hacia 1800, escribió: ‘Europa se hizo peregrinando a Compostela’.
Ya se comentó en el primer artículo que el cruce de los Pirineos desde Francia se llevó a cabo por dos lugares: Roncesvalles y el puerto de Somport, y sendas rutas se unieron en Puente La Reina para caminar juntas a la tumba del Apóstol. Pues bien, siguiendo la guía del ‘Codex Calixtinus’ del monje benedictino Aymerich Picaud, traemos a la memoria que el trayecto del Camino Francés lo distribuye en trece etapas, desde Sant Michel hasta Santiago, en tanto que la vía Tolosana que pasa por Aragón la divide en tres: Borce-Jaca, Jaca-Monreal y Monreal-Puente La Reina, para luego continuar por la anterior.
Ahora bien, a pesar de la creencia secular de que esas rutas eran las únicas para acceder a Galicia, con el devenir del tiempo se ha demostrado que existían otros caminos que confluían en los principales o bien llegaban directamente a Compostela. Se aprovechaban de ordinario las calzadas romanas existentes, dotadas de infraestructuras viarias y servicios.
En suma, la peregrinación a Santiago de Compostela facilitó los intercambios de ideas, pensamientos, experiencias y conocimientos acerca de diversos asuntos, y permitió las relaciones comerciales, muy importantes en el desarrollo de los pueblos, de tal modo que poco a poco se fue configurando un sentimiento de unidad y de cooperación en un territorio que, más adelante, se denominó Europa.
Un buen ejemplo de lo anterior lo tenemos en la época del rey de Aragón Sancho Ramírez (1043-1094), quien potenció la peregrinación por Somport y el comercio; es decir, estableció las bases del Hospital de Santa Cristina para atender a los caminantes y otorgó a la villa de Jaca el rango de ciudad (Fuero de Jaca, 1077), sede del reino de Aragón y sede episcopal. Desde Jaca, el tramo aragonés se unía con el Camino Francés en Puente La Reina a través de la Canal de Berdún, el cual cruzaba las poblaciones de Estella, Logroño y demás hasta Compostela. Todas ellas con servicios de atención al peregrino, según manifiesta el profesor José Ángel Sesma en ‘Aragón, puerta de Europa’.
El mismo autor nos dice que las mercancías canalizadas por Somport se realizaban en ambos sentidos, ya que por allí circulaban mercancías procedentes de Oriente –como especias, ceras y paños de seda–, que desembarcaban en los puertos de Barcelona, Valencia o Tortosa y llegaban a Aragón; a la par, otros artículos llegaban del sur de Francia, léase pescado, ganado porcino, metales y legumbres. Por otro lado, productos aragoneses, tipo azafrán, pieles y cerámicas, eran exportados a otros países por el puerto de Somport.