ARTURO-JOSÉ GONZÁLEZ ASCASO. Consultor y fotógrafo.
Estaba indeciso entre titular estas líneas “¡Yo no soy tonto!”, sin querer hacer publicidad gratuita a una famosa cadena comercial, o “El beso”, sin pretender hacer una referencia a obras de arte como la creada por Gustav Klimt.
Pero, a tenor de las primeras declaraciones del infausto actual presidente de la Federación Española de Fútbol, en las que decía que darle importancia al beso a Jennifer Hermoso Fuentes era una gilipollez, y que era propio de tontos (y de algún calificativo más), pues me he decantado por esta “acepción” como título.
Decía él, y algún otro necio secuaz, que había sido el resultado de la alegría de la victoria y bla, bla, bla. Con las demás no se alegró, ¿entonces? ¿El consuelo por fallar el penalty?
Este señor, por llamarle de alguna manera porque no es ni señor ni caballero (y no sólo por propinar un morreo sin consentimiento), no se ha dado cuenta (o no le ha importado, más bien), que su presencia en el palco y en el césped del Accor Stadium de Sydney no era como presunto amiguete de nadie, sino como presidente de la Real Federación Española de Fútbol, como representante institucional del fútbol español, como autoridad, en suma.
Centrándonos en el acontecimiento de la final, antes de su segundo bochorno, vemos en la pantalla de la televisión en el palco de honor del estadio a un varón, saltando desaforadamente, brazos en alto y tocándose los testículos, a dos metros de S. M. la Reina y de S.A.R. Dña. Sofía, con los representantes, a su lado, del anfitrión y del equipo contrario. Está Vd. representando a España y tanto hay que saber perder, como ganar, con respeto. Es lógica la alegría, pero hay que comedirse, lo que es palpable, Vd. no sabe hacer.
Y, después, el hecho asqueroso, deleznable y vergonzoso del beso en los labios a Jenni Hermoso. Un hecho que la jugadora, según los medios de comunicación, en los vestuarios ya comentó algo así como: no me ha gustado, ¿qué quieres que haga? (él es su todopoderoso presidente y ella es su subordinada). Pasado el momento, nada mejor que reaccionar con la cabeza fría, a través de su sindicato y de sus representantes pide medidas ejemplares. Parece que el “pico entre amigos”, que explicaba el presunto presidente, no era tal.
Lamentablemente, esto no es sino la consecuencia de la ordinariez y zafiedad, producto de la pérdida de los Valores morales, de la convivencia y respeto, que la sociedad española ha ido experimentando paulatinamente. Este tipejo se cree que, gracias a su cargo, es intocable y puede hacer lo que quiera. No sabe ni pedir disculpas creíbles: “Seguramente me he equivocado”. Y tan seguramente. Ha metido la pata hasta el fondo. Tenía dos opciones: pedir disculpas sinceramente y esperar el perdón o pedir perdón y dimitir, como haría una persona decente.
Necesitamos en la sociedad y, sobre todo, en los cargos públicos, personas que den ejemplo de honestidad, con respeto y dedicación, intachables, y no personajes que aparezcan en las portadas de diarios y programas de televisión internacionales por haber infringido el código.
Llega tarde, porque el cese debió de ser fulminante pero, esperemos, que esta persona abandone (de una manera u otra) un cargo que le viene muy grande, porque está claro que no representa a nadie y, menos, a España.