JOSÉ GARRIDO PALACIOS. Escritor.
En este artículo queremos dejar constancia del paso de peregrinos por Zaragoza por diversos motivos. Algunos lo hicieron por devoción a la Virgen del Pilar para continuar, más adelante, hasta Santiago de Compostela; y otros por viajar y descubrir nuevos territorios, gentes y costumbres de los pueblos de paso.
Algunos de los viajeros que llegaban a Zaragoza tenían por objeto la devoción a la Virgen, el de orar y permanecer junto a la imagen de la Virgen en el templo de Santa María la Mayor en los siglos XI-XIII, centro mariano por excelencia en los siglos posteriores junto a los santuarios de Portugal, Francia e Italia, entre otros.
Son legión los peregrinos que han pasado por el Valle Medio del Ebro desde que se tuvo la primera noticia de la tumba del apóstol Santiago en Galicia, y su nómina sería muy pesada en esta sección de opinión, por lo que solo vamos a comentar algunos ejemplos destacables. Veamos.
La primera noticia de la llegada de un peregrino a Zaragoza se remonta al año 959, cuando el abad Cesáreo de Montserrat del monasterio de Santa Cecilia pasó por la capital aragonesa y llegó a Compostela. Ya en la ciudad gallega, según la leyenda, se interesó ante la autoridad apostólica de Santiago de que restaurara a su favor la dignidad metropolitana de Tarragona, pues entonces dependía del arzobispado de Narbona, pero no lo consiguió.
El viajero y cartógrafo árabe Muhammad Al-Idrisi escribió en 1154 un libro dedicado a su protector, Rogerio II, monarca siciliano, y para obtener información se desplazó a distintos lugares de Aragón. En su ‘Tratado geográfico’ reza lo siguiente sobre Zaragoza: «Es una de las principales ciudades de España. Es grande y muy poblada. Sus calles son anchas y sus edificios muy hermosos. Rodeándola jardines y vergeles. Las murallas de esta ciudad están hechas de piedra y son muy fuertes; ha sido edificada a orillas del gran río llamado Ebro».
Los jurados de Zaragoza concedían privilegios a los peregrinos del mundo que pasaban por Santa María la Mayor con expresa referencia a la Virgen. Decían: «27 de mayo de 1299. La ciudad de Zaragoza concede amplios privilegios en personas y bienes a los peregrinos que de varias partes del mundo acudían ante la Virgen del Pilar, ilustre por incesantes e innumerables maravillas…».
En los registros de la Cancillería Real Aragonesa se conservan noticias de peregrinos que solicitaban salvoconductos para cruzar los territorios de dicha Corona. Se trata de un estudio realizado por Mlle Jeanne Vielliard, que nos da una idea de los diferentes y cuantiosos peregrinos que pasaron por la capital del Ebro entre los años 1379 y 1415.
Otro peregrino y viajero singular fue el alemán Jerónimo Münzer, quien penetró en España en 1495 por la frontera de La Junquera, recorrió el litoral mediterráneo, la meseta, Santiago de Compostela, Alcalá de Henares, Sigüenza, Calatayud y Zaragoza. En su descripción de la metrópoli aragonesa destaca la fertilidad de sus campos, la belleza de la Seo, el templo del Pilar y el monasterio de San Jerónimo, con un recuerdo añadido a la gran cantidad de moros que residían en la ciudad.
Traemos a la memoria el recuerdo del peregrino italiano Bartolomé Fontana durante su visita a Aragón en 1539. Estuvo en Montserrat y Zaragoza antes de ir a Santiago, mientras que durante su regreso pasó por Burgos, Santo Domingo de la Calzada y Roncesvalles.
El boloñés Domenico Laffi (1670-1673), en sus escritos, nos recuerda la vuelta de Santiago por Valladolid y tierras aragonesas, con especial referencia a la basílica del Pilar.
Así podríamos seguir con otros peregrinos: el papa Adriano VI, el monarca Felipe V, el escritor Jovellanos y un largo etcétera. Una relación ingente de personas de toda índole. Ello corrobora la importancia del Camino de Santiago desde tiempos pretéritos y, sobre todo, su paso por el Valle Medio del Ebro en la medida que el itinerario fue quedando libre de la presencia de los árabes durante la Reconquista.