JOSÉ MARÍA ARIÑO COLÁS. Doctor en Filología Hispánica.
El título de la famosa película de José Luis Garci encaja perfectamente y viene como anillo al dedo para reflexionar sobre este inicio del mes de septiembre. Porque septiembre sabe a regreso, sabe a reencuentro, sabe a vuelta a la rutina, sabe a siembra de ilusión, de esperanza y de buenas intenciones.
Ha quedado atrás agosto, en la cuneta de la vida, con sus amaneceres cálidos, sus mediodías bochornosos y sus noches tropicales. Los ciudadanos que han podido han emprendido un viaje de ida y vuelta, una huida de lo cotidiano para refugiarse en la naturaleza, recrearse en las playas o alimentar su nostalgia en un mundo rural momentáneamente renacido. Cuando llegan estas fechas, nos preguntamos qué nos deparará septiembre, qué nos aportará este nuevo curso con la incertidumbre por bandera. Una incertidumbre que, como una madeja de lana, se irá desvelando a medida que pasen los días y ocupe cada uno el lugar que le corresponde en la vida y en la sociedad.
Si izamos la bandera del optimismo, soñamos que volverán las deseadas lluvias, que llegará la estabilidad política y que se alcanzarán en pocos meses los objetivos previstos. En cambio, si elevamos la bandera del realismo –de talante pesimista– nos daremos de bruces con la cruda realidad: la subida imparable de los precios, las consecuencias del cambio climático y una inestabilidad política cada vez más evidente. Porque es verdad que en los últimos días las noticias sensacionalistas –como el cacareado beso de Luis Rubiales– han eclipsado, cual serpientes de verano, asuntos de mucho más calado que habrá que retomar sin demora en los próximos días.
La llegada del otoño es inminente y las agendas se llenan de buenos propósitos: cuidado de la dieta, vuelta al gimnasio, retomar los hábitos saludables, apuesta por la cultura, reencuentro con los amigos… Lo importante es dar una nueva oportunidad al afán de superación, plantearse nuevos retos y evitar una vuelta al pasado que alimente la nostalgia y el desencanto. Cada uno conoce sus puntos flacos y sabe cuáles son las recetas para surcar lo mejor posible las aguas revueltas de los próximos meses. Eso sí, sin dejar de lado aquellas vivencias que el verano nos ha proporcionado. La ciudad nos espera, los colegios abrirán sus puertas, los establecimientos volverán a subir la persiana, los eventos culturales retornarán con fuerza y el bullicio se instalará de nuevo en las calles, plazas y centros comerciales.
Sin embargo, a pesar de las incógnitas que nos sigue planteando el futuro, la realidad de lo cotidiano se impondrá día tras día. Porque los interrogantes que se plantea el ciudadano son una asignatura pendiente en este inicio de etapa: ¿Qué derroteros tomará la guerra de Ucrania? ¿Cuándo se conformará el nuevo gobierno de España? ¿Seguirá imparable la inflación? ¿Volverán las lluvias generosas durante el otoño? Son muchas más las preguntas que cada uno se puede plantear. De momento, habrá que conformarse con aprovechar estos amaneceres luminosos, estas tardes apacibles y estas noches serenas y sosegadas bajo la luz de la luna.