JAVIER LORÉN ZARAGOZANO. Doctor en Ciencias Agrarias.


El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) fue creado en 1988 para facilitar evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta. En estos momentos nos encontramos en su 6º ciclo de evaluación. Han pasado 35 años desde entonces y hemos pasado de su análisis y estudio en medios académicos y científicos a la información y comunicación omnipresente en los medios de comunicación y en las redes, sobre todo, ante la incidencia de las sequías, de las olas de calor, de los incendios e inundaciones que se están produciendo en el mundo.

Quienes niegan el cambio climático argumentan que ya ha habido otros antes. Algo que es cierto. A lo largo de la vida del planeta Tierra, con sus más de 4.300 millones de años, se han sucedido varios cambios climáticos, que produjeron calor extremo o bien intensas eras glaciares. Sin embargo, hay una diferencia sustancial con la situación actual. La velocidad del fenómeno y el agente causal. En ocasiones anteriores, factores naturales como las erupciones volcánicas (redujeron la temperatura de la superficie global durante varios años, disminuyeron las precipitaciones terrestres, alteraron la circulación de los monzones y modificaron las precipitaciones extremas, tanto a escala global como regional). La posición de la tierra con respecto al sol, o incluso la llegada a la tierra de meteoritos, también causaron modificaciones en el clima del Planeta. Sin embargo, los cambios climáticos eran procesos lentos (algunos de los más “rápidos” duraron en torno a 20.000 años, muy poco a escala del planeta, pero mucho a escala humana). En aquellos cambios climáticos la acción del hombre no existía. Las consecuencias de anteriores cambios climáticos, producidas generalmente por la acumulación de gases de efecto invernadero como el CO2 y el metano, fueron un aumento drástico de las temperaturas, una mayor frecuencia de eventos climáticos extremos, como sequías e inundaciones, el incremento del nivel del mar, la disminución de las superficies de hielo y de su albedo, el aumento de la temperatura del agua en los mares y las alteraciones en los ciclos biogeoquímicos. Otros cambios climáticos supusieron descensos de temperaturas, con aparición de diversas glaciaciones distribuidas fundamentalmente en el cuaternario.

Con la revolución industrial y el aumento del consumo de combustibles fósiles, que durante milenios han permanecido en el subsuelo de la tierra, estamos emitiendo ingentes cantidades de CO2 y de otros GEI a la atmósfera, intensificando el efecto invernadero (sin el cual no podríamos vivir), pero llevándolo a un progresivo y rápido incremento de la temperatura del planeta que pone en peligro la supervivencia de muchas especies y también la nuestra. El IPPC confirma que “la influencia humana en el sistema climático es clara y evidente por el aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, el forzamiento radiactivo positivo, el calentamiento observado y la comprensión física del sistema climático”. El AR5, del IPPC, afirmó que era extremadamente probable que las actividades humanas hubieran causado más de la mitad del aumento observado en la temperatura media global de la superficie entre 1951 y 2010, y prácticamente seguro que la variabilidad interna por sí sola no podría explicar el calentamiento global observado desde 1951. El uso de indicadores atmosféricos, criosféricos, oceánicos y biosféricos, y los análisis de modelos dan certidumbre científica a la influencia del ser humano en el cambio climático que se está produciendo.

Las hipótesis iniciales sobre las consecuencias de superar determinados umbrales de incremento de temperaturas, las estamos viviendo mucho antes de lo esperado. Algunos de los fenómenos que se preveía que ocurriesen en la segunda mitad o al final de este siglo, como consecuencia del incremento de emisiones de gases de efecto invernadero, están presentes ya. Por lo tanto, no solo hemos de realizar acciones para mitigar el cambio climático; también tenemos que iniciar procesos de adaptación sin demora. La inercia de las emisiones y sus efectos es, sin duda, mayor que la velocidad de ejecución de las medidas de mitigación y adaptación.

El informe IPCC indica que es prácticamente seguro que el aumento de la temperatura global de la superficie y los cambios asociados pueden limitarse mediante reducciones rápidas y sustanciales de las emisiones globales de GEI. Confiemos en que vamos a ser capaces de reducir dichas emisiones a niveles adecuados lo antes posible.

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