CARLOS HUE. Psicólogo y Doctor en Ciencias de la Educación.
¿Son parecidas estas dos ciudades? Hace pocos días visitaba la ciudad de Boston con motivo de un encuentro de investigadores y pacientes en el que participamos para desarrollar mecanismos de prevención y curación del cáncer colorrectal. Efectivamente, en cuanto al número de habitantes de lo que es el municipio, podemos decir que sí. Claro Boston tiene unos alrededores que alcanzan los 4 millones de habitantes, pero ¿por qué no soñar que podemos ser iguales?
Esta ciudad me encantó. Me gustó muchísimo y no solo por ser la más europea de las ciudades de los Estados Unidos, no solo porque tiene más del 20% de superficie arbolada, no solo por la calidad de sus edificios, no solo por los maravillosos paisajes en torno al río Charles. La ciudad me encantó porque su producto interior bruto se basa en ingresos como la educación, la biotecnología, las tecnologías de la información y la comunicación, la sanidad… Y, de todas ellas, lo que más me impresionó es cómo una ciudad puede ingresar tanto por la educación.
En Boston hay un buen número de universidades, pero las dos más importantes y de todos conocidas son la universidad de Harvard y el MIT, el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Solo de estas dos han salido más de 200 Premios Nobel y unos cuantos presidentes norteamericanos.
Mas, lo que realmente más me impresionó fue la cantidad de grandes edificios destinados a la investigación, el alto número de centros específicos para la investigación que explica el número tan alto de Premios Nobel.
Ahí quiero llegar. Boston y Zaragoza, hemos dicho, tenemos un río y tenemos, como ciudad, un número parecido de habitantes; así que solo nos falta una cosa, dar a la educación y a la investigación la importancia que merecen. Y, para esto, propongo que comencemos ya desde las instituciones de Aragón y desde la ciudad de Zaragoza en especial a crear esa cultura. Para ello, podríamos desarrollar el programa de “las tres íes”: innovación, investigación e invención.
Innovación supone hacer lo mismo que venimos haciendo todos los días, pero de forma diferente. Ir a trabajar cada día por un sitio diferente, cambiar la rutina de nuestras comidas, establecer relaciones con personas desconocidas cada día, intentar todo aquello que nos presenta una dificultad… Innovar es tener una mirada de cambio, de transformación de todo lo que nos rodea.
Investigación es aprender a fijarnos en los detalles, a observar las plantas, las calles, los coches, las cosas que tenemos y las cosas que hacemos para encontrar relaciones entre ellas; observar, analizar, escribir y comparar para sacar conclusiones. Esto mismo hacía el niño llamado Santiago Ramón y Cajal y llegó a ser Premio Nobel.
Invención es ser inventores/as. Consiste en inventar nosotros en lugar de que “inventen ellos” como decía la crítica de Larra a la sociedad de su tiempo. Inventar es buscar nuevas soluciones a los problemas de cada día, es probar hacer que algo funcione, aunque no se haya probado nunca. Es acostumbrarnos a hacer artilugios que puedan contar con una patente. Y, ¿por qué no?
¡Ah! Pero esto no puede ser tarea de unos pocos. Esto debe ser tarea de toda la sociedad, de los centros educativos y universidades, de las autoridades y de todos los ciudadanos/as en general, para que podamos decir un día, si queremos tener éxito, tú puedes ir a Boston que yo me quedo en Zaragoza.