Aupada por la marea blanca y azul, la Cipotegato llegaba a la estatua con una desbordante emoción que ha sido incapaz de disimular. Foto: Ayuntamiento de Tarazona.

La marea blanquiazul ya se dejaba sentir en Tarazona desde mucho antes de las 12.00 horas, momento en el que un colorido Cipotegato amarillo, verde y rojo saldría corriendo desde la puerta del Ayuntamiento para llevar a cabo una tradición que esperan cada año con ilusión durante los 365 días del año.

Las fachadas de los edificios de plaza España de Tarazona ya estaban cubiertos con esas grandes lonas de plástico para protegerlos de la tradicional tomatada, una batalla campal en la que vuelan los tomates y donde lo difícil es mantener el color blanco en la camiseta. Ni el frío ni el tan temido cierzo zaragozano han parado la ilusión de los miles de turiasonenses y curiosos que estaban preparados con su pañuelo azul y su bolsa de tomates para la salida del Cipotegato que daría comienzo a las fiestas mayores de la localidad.

Un total de 18 minutos ha sido el tiempo que ha tardado en llegar hasta la plaza a hombros para subirse a la estatua.

Los nervios se sentían a flor de piel dentro de la casa Consistorial donde la joven de 29 años se convertía en la cuarta mujer en hacer de Cipotegato en Tarazona siendo la primera de ellas, el año de su nacimiento en 1993. Casualidad o destino, llegaba el momento de ponerse el traje, un acto que es ya en sí todo un ritual. El pantalón, la chaqueta y la cabeza tapada para mantener el anonimato hasta el último momento.

Los minutos pasaban y la plaza se empezaba a ver cada vez más llena. Mientras algunos se tiraban tomates en la plaza, de las quince toneladas que se esperaban a lo largo de todo el día, otros seguían disfrutando del tradicional almuerzo. Las patatas, la longaniza y los huevos fritos se convertían en los otros grandes protagonistas de esta jornada festiva.

El reloj marcaba las 12.00 horas, en la plaza no cabía ya más gente y las puertas del Ayuntamiento se abrían dando paso a una nerviosa Cipotegato que entre la marea blanca y el lanzamiento de tomates luchaba por llegar hasta la estatua acompañada de su hermana y su pareja y con la vara levantada atravesando las calles del pueblo por un recorrido que no se desvelaría hasta el momento de la salida y protegida en todo momento por sus particulares escoltas.

Raquel Azagra, que así se llama la protagonista del día, terminaba donde empezó después de una pequeña parada técnica en el bar de su pareja y un recorrido en el que caminar no ha sido nada fácil pero en el que ha ido protegida en todo momento. Un total de 18 minutos ha sido el tiempo que ha tardado en llegar hasta la plaza a hombros para subirse a la estatua, uno de los momentos más significativos de todo el recorrido además de la salida inicial.

Raquel Azagra, que así se llama la protagonista del día, terminaba donde empezó después de una pequeña parada técnica en el bar de su pareja.

Aupada por la marea blanca y azul, la Cipotegato llegaba a la estatua con una desbordante emoción que ha sido incapaz de disimular mientras se subía del todo entre los gritos de “Cipote, cipote” los cantos y los vítores de todos los asistentes que se agolpaban en la plaza y una celebración por parte de la Cipotegato que levantaba el tradicional pañuelo azul, un gesto que se repetía a lo largo de toda la plaza. Lanzando besos y besando el pañuelo que acabaría anudando a la estatua antes de volver a hombros hasta el Ayuntamiento.

De nuevo en la casa Consistorial, y entre toda la emoción y el correspondiente reconocimiento médico, se develaba la identidad de la más pequeña de la familia Azagra que cumplía con creces el honor de haber podido ser la Cipotegato 2023, un cargo por el que pasará a la historia del pueblo de Tarazona.

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